Título: Árbol en Primavera
Oleo sobre tela / 30 x 40 cms.
Período: Medio / Naturaleza
martes, 27 de abril de 2010
Estudios Pictóricos
Título: Campesino oriundo de San Agustín de Tango
Oleo sobre tela / 36 x 32 cms.
Período: Temprano / Retrato
Oleo sobre tela / 36 x 32 cms.
Período: Temprano / Retrato
Estudios Pictóricos
Título: Zona de los Valles Transversales / CHILE
Oleo sobre cartón piedra / 77 x 55 cms.
Período: Temprano / Paisaje
Oleo sobre cartón piedra / 77 x 55 cms.
Período: Temprano / Paisaje
lunes, 26 de abril de 2010
domingo, 25 de abril de 2010
Antología: << De mis Universidades >>
La Reunión
Estabamos reunidos, como era nuestra costumbre. Todos los Jueves caída la tarde, alrededor de aquella mesa, en mi casa.
Voces, opiniones, apuntes, legajos; los comentarios iban y venían con la cadencia embriagadora de literatos...
En la mesa, sobre la superficie pulimentada del barniz en que se reflejaban las luces, mi pensamiento se encaramó como una oruga.
Les aseguro que la oruga estaba allí, sobre la mesa: la vi.
Se desplazaba lentamente desde mi lugar, al extremo opuesto.
¡Cincuenta patas a la una, cincuenta patas a las dos!, mientras su cuerpo se arqueaba como acordeón.
Me pareció que tenía cien patas.
Era una oruga peluda, de pelos amenazantes, de esos que dejan roncha sobre la piel, entonces, eran pelos urticantes; pero, de vivos colores, brillantes, como un pequeño arco iris, sobre la mesa. Era una tornasolada concuna, una de esas que caen de los arboles en primavera.
Creo que ella no escuchaba a nadie, tampoco yo.
Sólo miraba al frente, hacia el otro extremo, el más alejado de mí. Su trayectoria era recta; porque durante su marcha jamás se desvió.
¡Qué firme resolución, la del animalito!
No se alejó de su meta ni por un segundo. No la distrajo ningún comentario, ni crítica.
La seguí observando, hasta que desapareció en el borde opuesto de la mesa, desde el cual, no volvió a emerger con su cuerpo peludo, tornasolado; con sus... ¡cincuenta patas a la una, cincuenta patas a las dos!
Estabamos reunidos, como era nuestra costumbre. Todos los Jueves caída la tarde, alrededor de aquella mesa, en mi casa.
Voces, opiniones, apuntes, legajos; los comentarios iban y venían con la cadencia embriagadora de literatos...
En la mesa, sobre la superficie pulimentada del barniz en que se reflejaban las luces, mi pensamiento se encaramó como una oruga.
Les aseguro que la oruga estaba allí, sobre la mesa: la vi.
Se desplazaba lentamente desde mi lugar, al extremo opuesto.
¡Cincuenta patas a la una, cincuenta patas a las dos!, mientras su cuerpo se arqueaba como acordeón.
Me pareció que tenía cien patas.
Era una oruga peluda, de pelos amenazantes, de esos que dejan roncha sobre la piel, entonces, eran pelos urticantes; pero, de vivos colores, brillantes, como un pequeño arco iris, sobre la mesa. Era una tornasolada concuna, una de esas que caen de los arboles en primavera.
Creo que ella no escuchaba a nadie, tampoco yo.
Sólo miraba al frente, hacia el otro extremo, el más alejado de mí. Su trayectoria era recta; porque durante su marcha jamás se desvió.
¡Qué firme resolución, la del animalito!
No se alejó de su meta ni por un segundo. No la distrajo ningún comentario, ni crítica.
La seguí observando, hasta que desapareció en el borde opuesto de la mesa, desde el cual, no volvió a emerger con su cuerpo peludo, tornasolado; con sus... ¡cincuenta patas a la una, cincuenta patas a las dos!
Antología: << Poética >>
Mi Patria
Mi Patria:
Es una daga
desmembrada;
que hiere
el corazón
blanco:
ANTÁRTICO.
Mi Patria:
Pacífico,
Antártica.
Andina,
desértica,
mineral,
feraz,
acuífera,
solar.
Acostada
a la vera
Andina,
besa
al océano
inmenso:
Pacífico.
Atlántico
a la boca
del Estrecho:
y, al Sur extremo
el Polo antártico.
De Norte a Sur,
encajonada
por mar y alturas,
cubierta por una tunica
ardiente de arenas ecuatoriales.
Valles verdes acinturan
la delgadez manifiesta,
en la zona central.
Más al Sur,
un desmenuzamiento
desordena la geografía;
creando intrincados
laberintos repletos
por el mar.
Cabo de Hornos
se adentra en las aguas
gélidas que abrazan
el Polo Sur,
enraizando
el blanco
territorio,
como simiente
blanca y fría.
Mi Patria:
Es una daga
desmembrada;
que hiere
el corazón
blanco:
ANTÁRTICO.
Mi Patria:
Pacífico,
Antártica.
Andina,
desértica,
mineral,
feraz,
acuífera,
solar.
Acostada
a la vera
Andina,
besa
al océano
inmenso:
Pacífico.
Atlántico
a la boca
del Estrecho:
y, al Sur extremo
el Polo antártico.
De Norte a Sur,
encajonada
por mar y alturas,
cubierta por una tunica
ardiente de arenas ecuatoriales.
Valles verdes acinturan
la delgadez manifiesta,
en la zona central.
Más al Sur,
un desmenuzamiento
desordena la geografía;
creando intrincados
laberintos repletos
por el mar.
Cabo de Hornos
se adentra en las aguas
gélidas que abrazan
el Polo Sur,
enraizando
el blanco
territorio,
como simiente
blanca y fría.
Antología: << Poética >>
El Entierro
Aquella tarde,
el crepúsculo
se dejó caer
moribundo,
desganado.
Abatido vi llegar
a la noche,
enlutada,
con sus negros
ropajes de luto.
¡El chuncho
graznó, tres veces!
¿Quién llamó
a este pájaro;
después de 20 años?
Allí, quedamos
tendidos
en esa cama,
como muertos.
Yo, con los ojos
muy abiertos
mirando al techo;
tu, como muerta.
La cama
se hizo pequeña
para contener
ese cadáver,
tan muerto.
El chuncho
graznó, de nuevo.
¡Aléjate,
pájaro sabihondo!¿Quién te llamó
después de 20 años?
En la cama
ni un solo palpitar;
hasta las sábanas
perdieron su pulso.
Su pulso blanco,
en noche de enamorados.
¿A qué mecánica
celeste obedece,
el amor que se muere?
¡Qué frío!
Mi cuerpo frío;
la noche negra
me estrangulaba:
los ojos muy abiertos,
fijos en el techo.
Afuera
ni los arboles se movían;
permanecieron
toda la noche,
tiesos y rígidos;
como espectros
del más allá.
¿Tal vez, la luz
del alba disipe
estas tinieblas?
¿Tal vez?
Tomé tu mano...
¡Hasta la esperanza
se murió!
Parecía de otro mundo.
Sí, de otro mundo.
No se movió,
no dijo nada,
no pestañeó, siquiera;
como muerta,
Cuando llegó el alba
con sus luces,
sólo mostró
lo irremediable:
¡Nuestro amor
ha muerto!
Lo dejamos allí;
enterrado.
Sin una flor,
sin un lamento;
muerto, muerto,
enterrado,
¡enterrado!!!
Antología: << Poética >>
Versos para una muerta.
Puedo hablarte tras las nubes,
ignorar la distancia, el tiempo.
Es verdad, que estás lejos;
que tu perfume se desvaneció
como tragado por muertos.
Es verdad que no puedo verte,
tampoco puedo escuchar tu voz;
sin embargo, puedo hablarte
aunque tu boca no me responda.
Puedo decirte que ya no me causas
congoja, ni tu lejanía me daña.
Tu recuerdo me viene de la noche,
como vapor que se pierde,
sin hallar lugar en que posarse;
y, así ha de ser.
Puedo tenerte de noche
una vez más,
no como en aquellas noches;
hoy, desnuda, sólo me llamas a reflexión,
fría y desencantada.
viernes, 23 de abril de 2010
Vagancias
CUATREROS
¿De dónde vienen?, preguntó inquisitiva la anciana.
- De guanaquear, madre.
- ¡Bah!, si no hay guanacos en esta zona.
- Fuimos por ahí, a carnear vacunos…
- ¿Y, Juancho?
- Arriba, en el paso, con el Winchester, aguardiente y charqui… recibió una herida fea en el vientre.
¿De dónde vienen?, preguntó inquisitiva la anciana.
- De guanaquear, madre.
- ¡Bah!, si no hay guanacos en esta zona.
- Fuimos por ahí, a carnear vacunos…
- ¿Y, Juancho?
- Arriba, en el paso, con el Winchester, aguardiente y charqui… recibió una herida fea en el vientre.
Vagancias
En el Pajonal
Me recosté en la Pata del Diablo.
Grité, con profundo dolor:
¡Hasta verte Cristo mío!
El aguardiente quemó mi garganta.
Ardieron tripas, vísceras, furia y fuego…
- Esta noche te vi –maldita- con otro; revolcándote en el pajonal.
Me recosté en la Pata del Diablo.
Grité, con profundo dolor:
¡Hasta verte Cristo mío!
El aguardiente quemó mi garganta.
Ardieron tripas, vísceras, furia y fuego…
- Esta noche te vi –maldita- con otro; revolcándote en el pajonal.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)