miércoles, 7 de julio de 2010

Antología: De mis Universidades

                                  La Mosca

¡Me empantanaré las patas con estiercol, me embetunaré el cuerpo con los barros malolientes del charco hasta exudar las emanaciones apestosas que avergüencen el olfato humano...- Así, estaré en condiciones de vagar entre las manifestaciones de la realidad pútrida, dijo, resentida la mosca, mientras con sus patas acicalaba su anatomía con los menjunjes desagradables que consiguió.

Volando se fue, con la torcida intención de hostigar al hombre o a quién fuese; de todos modos, los odiaba a todos, incluyéndose a ella misma. Volando, volando, se posó en un plato donde humeaba la comida. Se acercó al borde de la sopa y chupeteó algunas grasas disueltas, luego se paseó por la orilla del plato.
-No está na'e mal la grasita -dijo- y la chupeteó de nuevo, relamiéndose. Siempre alerta, sabiendo que desagradaba al hombre, advirtió con sus ojos facetados, el manotazo vengador que la apachurraría de alcanzarla. Lo esquivó. Molesta, comentó, arrastrando las palabras: "Quiso matarme de nuevo".

Lanzó un escupitajo sobre el pan en que se había posado y sin tomar impulso, voló de nuevo al plato con sopa. Volvió a caminar por el borde y luego exoneró sus entrañas repulsivas, allí mismo donde quedaron sus deposiciones. Arrancó precipitadamente; pues, este segundo manotazo pasó muy cerca y casi le atina. Dió unas vueltas por ahí para calmarse y escogió un rincón donde se puso a pensar, mientras se sobaba las patas: «Estas vida me disgusta. He querido ser mariposa y andar sorbiendo los néctares de las flores y ser apreciada por todos; no es así, me disgusta. Creo que estoy enferma de envidia y soberbia.» Instintivamente miró hacia arriba y se le heló la sangre; no porque hubiese visto a Dios, sino a su natural enemiga, columpiándose en la telaraña que colgaba arteramente en el rincón más oscuro del recinto: la araña de rincones, la peluda, la de ocho patas, la de color madera envejecida... «Espera que ascienda desprevenida con la corriente de aire, para atraparme y dejarme seca y muerta -se dijo- temblando. No le proporcionaré ese gusto, me iré; después de todo: ¡Harto buena que estaba la sopita!»
Y voló a través de un vidrio roto hacia el patio de las flores, donde las mariposas sorbían néctares...

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